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Inseguridad: Percepción vs. Realidad

IMG_3424Entrevista a Wilson Hernández Breña

En el marco de la conferencias en Seguridad Ciudadana, promovidas por el Centro para la Investigación y Mejora de la Calidad en el Servicio de la Administración de Justicia – CIDAJ de la Facultad de Derecho USAT, conversamos con el economista Wilson Hernández Breña sobre la creciente percepción de inseguridad en el país.

¿Son nuestras ciudades tan inseguras como se perciben?

Parcialmente. En América Latina nosotros somos el país con la mayor percepción de inseguridad, pero también somos el país con la mayor tasa de victimización. Ocupamos el primer lugar en ambos y es natural. Sin embargo, ese miedo que nosotros sentimos tiene parte de realidad y parte de exageración.

En Lima, la victimización es alta y constante en los últimos años, probablemente en Chiclayo suceda lo mismo. Aquí surge un fenómeno al que llamo la homogenización de la delincuencia. Empezamos a reducir todo lo que llamamos criminalidad a un diagnóstico sencillo y terminamos afirmando que todos los delitos están en aumento.

¿Qué nos dicen las cifras?

Lo que mide el INEI, por ejemplo, es la delincuencia común, aquella que es poco organizada. Este tipo de delincuencia está cayendo, pero afecta a la mayoría de las personas. Por otro lado, la criminalidad organizada como el tráfico ilícito de drogas o el robo de autos, donde los delincuentes tienen estrategias y un modus operandi más complejo. Estos delitos son mucho menos frecuentes, pero generan una sensación de miedo más alta. Entonces, cuando hablamos de delincuencia metemos a ambos en un mismo saco y generamos un miedo mucho mayor del que deberíamos.

¿Qué otros factores influyen en esta percepción?

Las redes sociales y los medios de comunicación. En marketing hay una ley que dice: “cuando tienes una buena experiencia la cuentas a tres personas, pero cuando tienes una mala la compartes con once”. Sin embargo, con las redes sociales esta regla ya está desfasada, porque aquella mala experiencia puede llegar a miles de personas y, además, generar descontrol.

Con respecto a los medios de comunicación, estoy haciendo una investigación para determinar cómo dos diarios de circulación nacional tratan el tema de la delincuencia. Ellos homogenizan los sucesos y generan la sensación de que todo es un caos. Hay toda una lógica de negocio y violencia que es perjudicial.

Si limpiáramos un poco la percepción sucia y exagerada, deberíamos tener menos miedo.

¿Considera que estas investigaciones proponen soluciones o son solo descriptivas?

En cuanta a la responsabilidad en políticas públicas, no tenemos la información suficiente y no sabemos cuánto podemos exigirle a esa información para tomar decisiones. En el Ministerio del Interior y en los municipios hay una baja lectura de análisis estadísticos. Como economista busco contrastar la información para tratar de producir más información y tomar decisiones.

Por ejemplo al analizar mapas del delito, que son estrategias comunes que se exigen a los municipios para enfrentar la delincuencia, observamos que estos varían mucho de un distrito a otro. Por ello, debemos enfocarnos en poseer observatorios del delito que produzcan información y saber cómo utilizarla.

¿Dónde cree que está la raíz del problema? ¿Hacia dónde deberíamos dirigir los esfuerzos para mitigar esta situación?

Es muy difícil dar una receta de dos o tres puntos. Lo que la literatura dice es que debes actuar integralmente. La seguridad ciudadana es mucho más compleja de lo que nosotros pensamos, no la vamos a solucionar con más policías en las calles o elevar las penas. De hecho, para la pregunta sobre si elevar las penas reduce la delincuencia hay una respuesta clara: no es la solución.

¿Qué otras organizaciones están llamadas a dar solución a estas investigaciones y dar solución al problema?

La sociedad civil, vecinos y universidades. Ellos tienes roles muy distintos. Por ejemplo, las universidades tienen el rol de generar conocimiento y es precisamente ese factor el que le falta al Estado.

Por otro lado, las personas como tú o como yo, que viven en sus casas, que forman juntas vecinales u otras organizaciones, deberían implicar menos tiempo en “chapar al choro”, y acercarse al alcalde para exponer sus problemas y canalizar esa fuerza o esa indignación hacia estrategias más organizadas.

Wilson Hernández Breña

Director del Centro de Investigación Aplicada al Desarrollo. Licenciado en Economía por la Universidad de Lima. Egresado del Master en Gerencia Social de la Pontifica Universidad Católica del Perú. Investigador y docente universitario con numerosas publicaciones.

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