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Articulos Opinión

El advenimiento del futuro depende del actuar humano

Por: Dra. Mirtha Flor Cervera Vallejos

El tiempo pasa inexorablemente por nuestras vida dejando huellas de tonalidades diferentes, unas fabulosas porque llevaron consigo el cumplimiento de muchos sueños, otras agridulces porque los logros alcanzados no llenaron nuestras expectativas, dígase de paso tampoco emplazamos todo el esfuerzo para conseguirlo y  sí, varias bastante amargas porque produjeron, dolor, desilusión y hasta la muerte de quienes amamos o admirábamos.

La verdad de estos intereses generan a la vez dos alternativas: por un lado, realizar un buen balance final de todas las cosas logradas durante el año vivido sean  buenas o malas y otra, plantearse de acuerdo a los resultados un proyecto de vida anclado en la misericordia que venza lo negativo y la  incertidumbre de los años venideros situándonos en la realidad vivida cada día, la cual está llena de oportunidades, que tendremos que descubrirlas, aprovecharlas y realizarlas. Pues es una característica de la actividad de toda persona inteligente añadir alguna perfección a lo que existe; o sea mejorar uno mismo, porque queremos ser activos, evidencia de estar vivos. Un ser activo, añade, aporta a su acción, se vuelve afectivo, cordial, amigo. Pero también puede acontecer que nos retraigamos que nos neguemos a añadir, que no aceptemos el compromiso de incrementar nuestras aptitudes. De ser más humanos con nuestras propias acciones dirigidas siempre a buscar el bien de los demás.

Por ser libres nos constituimos en un sistema abierto, y esto significa justamente que nuestro dinamismo oscila entre un culminar y un decaer. No siempre todo nos saldrá bien, algunos fracasos nos acompañarán y de ello sacaremos experiencias para acertar en la próxima oportunidad. Oportunidad que tiene que estar plagada de optimismo, el cual no debe ser ciego, lleno de fantasía sino abierto hacia el futuro. Ello comporta ponerse a prueba en la aventura de buscar un nuevo estado de vida superior a la actual. Cabe preguntarse: ¿en qué queremos mejorar?; ¿por dónde empiezo? Todos sabemos que vivimos en un mundo mejorable, capaz de intervenir cuando queremos lograr metas altas. Metas que nos ayudaran a crecer y hacer crecer a quienes nos rodean. Y crecer es el modo más intenso de aprovechar el tiempo, es decir, de ponerlo al servicio de la vida, de la familia, de la sociedad en general.

Conviene señalar que todos somos capaces de un crecimiento irrestricto, superior al crecimiento orgánico por pertenecer al orden del espíritu; dicho crecimiento es interior a las potencias más altas: la inteligencia y la voluntad. El optimismo esperanzado se basa en este tipo de crecimiento que, por irrestricto, es posible en todas las etapas de la vida humana. Esta es la razón, para quienes es una exigencia, según la profesión que desarrollamos,  colocar la ciencia y la técnica al servicio de las personas.

Además por ser libres, siempre podemos rectificar. Para ello se requiere conocernos, reconocernos y aceptarnos como somos (primer acto libre); de esto depende,  el futuro. Entonces  sería posible el diálogo, el acuerdo y el progreso, porque dispondríamos de  criterios para ordenar la propia vida y la ciencia. Para ello, recordemos que estamos  abiertos a la trascendencia, sólo ella puede dar sentido a nuestros conocimientos, actos y  vida. Por tanto el advenimiento del futuro depende del actuar humano, de cómo nos tomamos en serio nuestros deberes, los hacemos virtud como modo de vida para después reclamar nuestros derechos.

Parafraseando a Leonardo Polo, si se vuelve la espalda a esta convicción, la esperanza sólo se puede montar interpretando aquello que se espera como un final que llegará, que será real, en virtud de un dinamismo exterior a nuestra intervención. Esa esperanza, falsificada por estar hueca de la intervención humana es característica de lo que se llama utopía. Si somos utópicos, nuestros discursos serían: los tiempos son malos, y no hay nada que podamos cambiar.

Por el contrario la visión optimista del futuro sucederá con nuestras intervenciones pocas o muchas,  exigentes, con esfuerzo, queriendo  las obligaciones que llevamos a cabo, así nos haremos mejores. Para ello revisaremos nuestras tareas y con qué recursos contamos para cumplirlas. Recursos que iremos consiguiendo con nuestro trabajo bien hecho, creativo e innovador, cara a Dios, al servicio de quienes nos necesitan, de tal manera que todos crezcamos juntos y al mismo tiempo aceptemos la cooperación de todos. Un poco de misericordia cada día del año 2016 como afirmaba el papa Francisco cambiará el mundo, lo haremos  menos frío y más justo.

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