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La educación del mañana

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Por: Yen Bravo Larrea 

“Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Clement Attlee y Archibald Mac Leish

Nos embarcamos desde hace milenios en un viaje de aventura y descubrimiento, reinventándonos muchas veces, acogiendo hipótesis, probándolas, construyendo paradigmas, desechando otros, quizá movidos por el interés de construir una sociedad universal de paz y justicia social o de simple perpetuación de los sistemas dominantes, fundados para garantizar “sociedades saludables”.

La educación ha sido el instrumento para perpetuar nuestra humanidad, concebida por algún tiempo como privilegio de algunos. Ahora nadie puede negar que sea indispensable para el desarrollo integral del ser humano, de un lado favoreciendo el desarrollo de la humanidad, permitiendo al hombre apropiarse de los instrumentos necesarios para vivir en armonía con la naturaleza y/o sobrenaturaleza. Por otro lado, con el interés de perfeccionarnos como especie “humana” potenciando nuestras facultades innatas.

En Perú, la educación ha sido durante mucho tiempo atendida con la ligereza propia de una visión de gasto público, gracias a los nuevos enfoques ahora se aprecia como una inversión, aunque ello no se observa aún en indicadores de impacto (mejora objetiva y subjetiva de la calidad de vida de la sociedad). Por eso, es de vital importancia que desde el estado se gestionen, monitoreen y evalúen  procesos para garantizar a la Educación como mecanismo de la mejora de la convivencia e inclusión social, el logro de una vida digna en armonía con la naturaleza.

Los modelos educativos nacionales desde sus inicios tuvieron una presencia extranjera (copiando o imitando modelos) con lo cual la réplica de procesos extranjeros ha servido para posicionar mejor y garantizar la existencia de los modelos económicos. Es quizá que con el gobierno transitorio de Valentín Paniagua, a través de la Consulta Nacional de Educación, con quien el Perú sienta las bases para construir una propuesta integral y a largo plazo, la cual ha ido tomando forma con propuestas cada vez mejor construidas ( aunque no se ha dejado la idea de ver modelos extranjeros y adecuarlos); citemos el Acuerdo Nacional, la Ley General de Educación, el Proyecto Educativo Nacional, la Ley de la Carrera Pública Magisterial,  La Ley Universitaria, y con ella los procesos de acreditación, ahora los procesos de licenciamiento; que siempre han encontrado antagonistas.

La propuesta sobre la cual giran ahora los procesos es la “calidad educativa”, muchas definiciones existen sobre calidad, basta con realizar una búsqueda en internet y obtendremos más de 300 millones de resultados, pero tomemos una en el cual la  calidad es vista como transformación, definida como un proceso de cambio cualitativo, con énfasis en agregar valor y empoderar a los estudiantes. (Castro, Juan y Yamada, Gustavo 2013)

Aquí hagamos una pausa, necesaria para reflexionar acerca de agregar valor, es decir hacer de los jóvenes personas útiles y aptas para las satisfacciones de sus necesidades generando bienestar en la comunidad. Sobre lo segundo, el empoderamiento implica conceder poder a un colectivo para que, mediante su autogestión, mejore sus condiciones de vida (RAE 2005), es decir, el poder otorgado  permitirá que el joven mejore sus condiciones de vida.

El detalle, aunque quizá es mucho más que eso, está en que la calidad del enfoque no ha logrado promover las grandes transformaciones de la sociedad, aún se siguen percibiendo sustanciales problemas como delincuencia, pérdida de valores, drogadicción, desvalor de la cultura, etc. La educación se rige aún por las leyes del mercado originando el mercantilismo de la misma en todos sus niveles. El estudiante es un futuro trabajador en el sistema económico, “obligado a producir y a consumir”. Atendamos al Papa Francisco (2014), quien sobre este problema nos alerta diciendo “El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado. Cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos”.

La educación debe “permitir a hombres y mujeres llevar una vida más llena y feliz en armonía con la evolución de su medio; de desarrollar los mejores elementos de su cultura nacional y facilitarles el acceso a un nivel económico y social que los ponga en condiciones de desempeñar un papel activo en el mundo moderno”.(Valderrama 1995)

Es necesario que la educación vuelva los ojos al corazón del hombre y contribuya a dignificar la humanidad no solo con talleres artísticos, dirección de tutoría, responsabilidad social universitaria,  que han sido estandarizados en los modelos de acreditación de la Calidad Educativa, sino que desarrollan un verdadero compromiso con la espiritualidad de los estudiantes, un compromiso con su esencia y naturaleza humana.

La calidad debe transformase en una cultura, en una forma de ser que nos llevará a desarrollar nuestras formas de hacer, contemplando la dignidad de los otros y la valía de la naturaleza. Por mencionar tres urgentes paradigmas; el primero, es necesario que entendamos que nuestro hogar es el planeta, esta identidad tierra – hogar debe ser enseñada conjuntamente con la experiencia directa, no se enseña a amar la naturaleza sino se vive en ella. Al igual que el paradigma de familia – humanidad, somos una especie capaz de generar desarrollo, pero que en pleno siglo XXI somos incapaces de construir una sociedad universal de justicia y paz. El tercero, sobre  la educación como proceso social, no se aprende solo en la escuela, es en la sociedad, es el ciudadano común y corriente quien aprende y enseñanza día a día desde cualquier oficio  o profesión.

Dicho de otro modo no solo se trata de mecanismos formales y objetivos de aseguramiento de la calidad (modelos, estándares, indicadores, evidencias, etc.) sino que es necesario el desarrollo de lineamientos subjetivos, “hacer las cosas bien, siempre”, amar la calidad y buscarla, construirla, salvaguardarla, una necesidad natural e intrínseca de respeto y responsabilidad entre cada uno de los que intervienen en el proceso: docentes, estudiantes, administrativos, familias y sociedad;  no se educa solo en la escuela, lo hace cada miembro de la sociedad dentro del marco de la educación formal y fuera de ella en la convivencia activa y humana  del día a día. Para educar hay que ser libres, una libertad responsable y benefactora de la vida y el desarrollo en sociedad.

La meta que nos espera seguramente tendrá la tan ansiada calidad educativa, conforme a los modelos y procesos establecidos, haremos las cosas mejores, pero quizá ya no haya planeta para disfrutarla, ni cultura sobre que apoyarla. Nos urge reinventarnos una vez más.

Referencias Bibliográficas

  • Bergoglio, Jorge. (2014). Discurso del Santo Padre Francisco al Parlamento Europeo pronunciado el 25 de noviembre de 2014. Francia. Recuperado el 25 de marzo de 2016 de https://goo.gl/1aKmGC
  • Castro, Juan y Yamada, Gustavo. (2013).Calidad y acreditación de la educación superior: retos urgentes para el Perú. Lima: Universidad del Pacífico.
  • Real Academia Española. (2005). Diccionario panhispánico de dudas. Colombia. Recuperado el 25 de marzo del 2016 de https://goo.gl/0FdzfG
  • Valderrama, Fernando. (1995).Historia de la UNESCO. Francia: UNESCO

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