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Articulos Opinión

Hananelizando: La Inteligencia Artificial en tiempos del COVID

por: Alberto Hananel Baigorria
Docente de la Facultad de Ingeniería USAT


Para quienes conocen poco del tema, la Inteligencia Artificial (I.A. en adelante) es la capacidad de percibir, razonar, aprender, memorizar, comunicarse y actuar en entornos complejos, cuyo objetivo final es tomar decisiones (caracteríıstica de un ser humano) de manera acertada. En ese sentido la I.A. tiene diferentes mecanismos para realizar dichas funciones: para percibir se tienen sensores, para razonar y aprender se tienen sistemas expertos y el aprendizaje automático, para memorizar basta ver que un ordenador lo hace mejor y más rápido que un ser humano.

Sin embargo se debe precisar que la I.A., que busca la perfección por encima de lo humano, sigue una filosofía muy cuestionada y controversial: solo debería utilizarse para la resolución de un problema  algorítmico,  si los  métodos  matemáticos  clásicos  de  solución  exacta,  o  numéricos  de  solución aproximada propuestos por el ser humano en virtud del avance de la ciencia no ofrecieran los resultados esperados, la cual ha ido ganando terreno y hasta espacio, debido a la incertidumbre en la manera de pensar del hombre: en el conocimiento y en los hechos (o datos).

No obstante y como lo advertía, siglos atrás, San Vicente de Paúl (a quien citaré en adelante) “la perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en el hecho de estar bien hechas”, característica de un ser humano de cuya autonomía no ha sido capaz de manejar del todo, y de allí que en estos tiempos de pandemia la I.A. que “todo lo podía” no haya respondido como hubiéramos esperado (ni el hombre tampoco) tal es así que la O.M.S. aún no autoriza en sus protocolos el uso de I.A. para combatir el COVID.

Si  rescatamos  la  esencia  de  su  rama  más  conocida,  los  sistemas  expertos:  “simular  a  un  experto humano en una cierta área del conocimiento”, se observa que su base se encuentra en la lógica. Pero no nos engañemos, la I.A. no es una ciencia como la Matemática (o alguna otra) como muchos piensan; podría ser un conjunto de técnicas, una rama de la Informática, una capacidad, una inteligencia misma, pero  no  es  ni  más  ni  menos  que  la  combinación  de  algoritmos  con  el  propósito  de  crear  dispositivos que posean las mismas capacidades que el ser humano. Sin embargo, los pensamientos son un producto natural de nuestra mente. Los seres humanos tenemos esa capacidad: pensar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor e incluso pensar sobre nuestros pensamientos.

El lenguaje natural tiene un vasto poder sobre los pensamientos y emociones. El hecho de que una palabra vaya precedida de una negación provoca que automáticamente aparezca en nuestra mente en lugar de irse, apareciendo con mucha más frecuencia. Si dijera que no se piense en un “lobo blanco”, ¿en qué se pensaría?. Respuesta: “en el lobo”. No es casualidad: es el “modus tollens”, propio del motor de inferencia de la I.A. (si p → q, pero sucede ∼ q, entonces ∼ p). Lenguaje tan simple como una suerte de lógica basada en regla, hecho y conclusión (hecha la ley, hecha la trampa), de allí de resaltar la diferencia con una inteligencia artificial; una inteligencia que no se imagina ni el lobo blanco, ni tampoco el lobo negro, o el gris, ni piensa tampoco en el COVID: piensa, pero no siente. Y no pensar en el COVID o intentar huír de él sería poco inteligente: he allí la gran tarea de la inteligencia natural, no pensar en que el COVID desaparecerá porque a mí no me pasa. “Pensar” y sentir que me afectará, temprano o tarde, desde la tristeza por la pérdida de algún empleo ajeno o no (el trabajo bien hecho dignifica y santifica al hombre) hasta la partida de un gran amigo o familiar, como decía acertadamente el santo de la caridad organizada “la enfermedad es la sonda con la que podemos penetrar y medir con mayor seguridad hasta dónde llega la virtud de cada uno, si hay mucha, o poca, o ninguna”.

Cuidarnos del COVID es bueno pero liberarnos del egoísmo y del fariseísmo de una sociedad autómata, que muchas veces piensa y actúa  contrariamente al amor, es vital. No estábamos preparados para una  pandemia  y  como  pudimos  ver,  la  I.A.  también  cayó  en  todo  el  mundo  porque  como  vemos  sus algoritmos aún se encuentran en prototipo de articulación ya que el conocimiento es disperso, aunque también hay otras razones, la enfermedad es nueva, se necesitan de grandes bases de datos para predecir, los dilemas éticos sobre el tratamiento y uso de datos personales, la privacidad de las personas. Nos comunicamos, entendemos, aprendemos en forma vaga, ambigua e imprecisa y aunque esto puede  ser  controlado  por  la  lógica  difusa,  parece  que  viviéramos  en  una  sociedad  en  la  que  muchos medios  de  comunicación,  lejos  de  “informar”,  presentan  la  realidad  distorsionada  mostrando  lo  que desean informarnos, dejando su esencia que es la búsqueda de la verdad, generando incertidumbre. Ya lo advertía alguna oración a San judas Tadeo: “Socórreme en mis necesidades temporales, que no me oprima  la  miseria  ,  ni  me  angustie  la  incertidumbre  del  mañana”.  Recordemos  que  la  incertidumbre es  la  diferencia  entre  la  información  requerida  para  desempeñar  una  labor  y  la  información  que  se posee.  He  allí el  problema  y  el  error:  la  diferencia  entre  lo  que  es  y  lo  que  debería  de  ser.  Dice  el análisis numérico en su principal postulado en torno a algoritmos: “si el número de iteraciones tiende al infinito, entonces el error tiende a cero”.

Unos resultados simples (y bastante acertados) realizados por mis estudiantes en Ingeniería en plena pandemia en dos de las asignaturas que imparto muestran que, presuntamente, no llegamos hasta la fecha de emisión de este artículo a meseta alguna. Sin  embargo  y  lamentablemente  se  da  cabida  en  la  prensa  de  todo  tipo,  a  no  matemáticos  para hablar  de  predicciones  matemáticas  del  COVID,  como  si  la  predicción  consistiese  en  una  colección de  gráficas  bonitas  de  un  conjunto  de  puntos  y  un  más  nada  que  la  propia  opinión.  Se  necesita estudiar Matemática de avanzada antes de hablar, se necesitan métodos numéricos para poder predecir diagnosticando  como  doctor  la  naturaleza  de  la  información  matemática  que  llega  como  datos.  Bien decían que un poco de ciencia nos aleja de Dios pero mucha nos aproxima. En calidad de experto en  la  línea  de  Teoría  de  la  Aproximación  puedo  mencionar,  aunque  seguramente  ustedes  lo  habrán notado que ninguna de dichas predicciones han sido acertadas y no porque no puedan hacerse. Se ha confundido  lo  real  con  lo  realístico  y  lo  aplicado  con  lo  realístico.  En  lo  aplicado siempre  habría  un margen de error. En I.A. encontramos diversos tipos de incertidumbre: la aleatoriedad, la ambigüedad, la vaguedad y la confusión y aunque esta misma sea probabilística o difusa recordemos que la verdad no es un bien “aproximable”, ni es una variable difusa; Dios es la verdad, y solo en Él podemos encontrar la misma.

De parte de un gobierno, se puede trabajar mucho en bien de los ciudadanos en tiempos de pandemia teniendo a la I.A. como aliada, de manera rápida y organizada, como lo ha sido en otros países como China con robots enfermeros, humanoides que entregan suministros y alimentos, perros robóticos para controlar la distancia física, robots midiendo el distanciamiento social en supermercados, o como el Super Robot 10 para realizar tests de COVID optimizando el tiempo, plataformas de evolución de enfermedades, drones detectores de infractores de la cuarentena, medidores de la temperatura, cascos inteligentes para detectar peatones con fiebre, monitoreo de personas con las que ha coincidido el enfermo COVID,  sistemas  inteligentes  para  detectar  la  afectación  pulmonar  que  produce  el  COVID en radiografías de tórax, telemedicina, entre otras.

En  el  Perú, este  esfuerzo  por  confiar  en  la  I.A.  no  se  ha  hecho  del  todo,  y  pocas  son  las  ideas innovadoras de algunos concursos que han sido apoyadas, lo que se ha visto reflejado en la forma caótica con el tema de permisos, restricciones, horarios, entrega de bonos, de canastas, de medicinas, de  protocolos,  de  hacer  apresuradamente  y  dar  marcha  atrás  al  poco  tiempo.

Una  “cuarentena”  de más  de  cuatro  meses  que  termina  abriendo  las  fronteras  y  transportando  pasajeros  bajo  el  simple hecho  de  la  entrega  de  una  declaración  jurada  de  buena  salud,  en  lugar  de  utilizar  un  sistema  de inferencia automatizado basado en I.A. para preservar la salud que tanto ha costado al país de formas diversas es poco inteligente. Recordemos que como es el caso de otros virus, exponerse al mismo es cohabitar con su pasado, aunque la carga viral vaya bajando. Pero hace falta el llamado del gobierno para tener el rostro visible de la I.A. que ayude al país. En opinión personal, creo que al estado le falta perspectiva  para  ver  que  las  universidades  tienen  un  buen  potencial  en  investigación,  sobre  todo  en I.A., no bastando con los escasos y poco publicitados concursos del CONCYTEC: no todo es Lima, ni tampoco todo es Chiclayo. Los extremismos no son buenos.

Y también resulta poco inteligente e hipócrita por parte de algunas empresas bancarias, fuera del

ámbito del estado, que en tiempos de crisis, por ejemplo, sus cajeros automáticos estén programados para entregar billetes de 200 soles, que como se sabe son poco aceptados en comercios menores, cuando las prioridades de las masas alcanzan los pocos soles, en donde se pide comprar en la bodega más cercana y quedarse en casa. Hasta en eso podría operar la I.A., optimizando mediante algoritmos genéticos cual es el número óptimo de billetes por persona y de qué denominación entregar, de acuerdo a ciertos patrones, a través del aprendizaje automático.

En palabras muy sencillas, se puede decir que el aprendizaje automático es hacer que el computador aprenda de los datos. El “machine learning”, término muy escuchado en estos tiempos, es la intersección de tres grandes conjuntos: la Ciencia de la Computación con la Inteligencia Artificial, la Matemática con la Estadística y la sabiduría de la experiencia con el “expertise”.

Pero  no  todo  es  bueno,  esa  intersección,  rica  en  ciencia  y  sabiduría, hace  que  los  seres  humanos, que generalmente somos personas de costumbres, nos hagamos predecibles para las herramientas de la I.A. y que puedan representar un grave peligro, como el deep learning (aprendizaje profundo) actual:  que  en  base  a  datos  alfanuméricos,  imágenes  o  voz  que  inintencionalmente  vamos  dejando  por todas  partes,  las  máquinas  “aprenden  de  nosotros”  a  través  de  algoritmos  y  modelos  ofreciéndonos contenidos artificialmente por “costumbre” que tienden a contribuir en poco o nada a la alimentación  o  retroalimentación  de  nuestra  inteligencia  natural.  Es  el  caso,  en  su  gran  mayoría´ıa,  de  los  mal llamados “influencers”, que con la seudo-excusa del entretenimiento ¿sano? se han hecho “famosos” deshumanizando, hasta el punto de que los mismos padres de familia protegen y avalan los malos comportamientos y palabras soeces de sus hijos para producir contenido en redes en vez de educar y corregir, e incitar o motivar al estudio. Si lo anterior es la esencia del entretenimiento actual, pienso que  muchos  querrán  padecer  el  paraíso  del  aburrimiento.  Ya  lo  decía  San  Vicente  de  Paúl:  “hemos de  considerarnos  como  unos  pobres  idiotas  que  no  saben  decir  nada  que  van  detrás  de  los  grandes segadores  dando  gracias  a  Dios  de  que  acepte  nuestros  humildes  servicios  ofreciéndole  con  nuestras pobres  espigas  las  grandes  cosechas  de  los  demás  y  estemos  siempre  dispuestos  a  hacer  todo  lo  que podamos por el servicio de Dios y la ayuda del prójimo”.

En  eso  y  en  otras  muchas  cosas  más  tendría  valor  como  I.A.  ser  un  “influencer”,  caso  contrario, nuestra  inteligencia  natural  sería  ampliamente  superada  por  la  inteligencia  artificial  de  una  máquina (tendencia de los grandes motores de búsqueda). Afortunadamente, esta pandemia ha probado que los seres humanos aún estamos por encima de las máquinas; la I.A. ha sido creada por seres humanos y posiblemente siga subordinada a la inteligencia humana. Mucha gente dice que la I.A. sí va a aportar mucho más, pero para la próxima pandemia cuando ya se tenga conocimiento probado científicamente. Coincido con el experto en I.A. el doctor Flabio Gutiérrez, de quien he tomado muchas referencias para este escrito, en que parte del desgaste de la confianza del estado hacia las universidades es que se hace mucha bulla en términos de investigación pero en la práctica no. Tengamos en cuenta que “el ruido no hace bien, el bien no hace ruido”. Por ello la universidad en general debe orientar investigaciones

para así solucionar problemas reales de la sociedad.

 ¿En qué  otros ámbitos  poco  explorados podríamos aplicar la Inteligencia  Artificial?
Deberíamos, por ejemplo, usar ese Machine Learning o Big Data en investigaciones para cuestionar constructivamente la enseñanza de la ética médica en las universidades del Perú, para identificar, registrar y cuantificar variables clave y así realizar un análisis sobre si su metodología es la más adecuada teniendo como referente el juramento hipocrático, para que todos los médicos puedan observar hacia el horizonte de la “mística profesional” que comparaba al médico, por su entrega y dedicación desinteresada, con el sacerdocio, un oficio al servicio de los demás, ya que como se ha podido observar en muchos casos las solicitudes de licencias en tiempos difíciles abundan y las atenciones particulares sobran,  pero  el  sentido  de  servicio  es  escaso.  En  este  tema  bioético,  expertos  como  el  doctor  Hugo Calienes pueden ser consultados.

 ¿Qué podríamos  hacer con la  I.A. desde nuestra  posición?

La minería de datos, otra de las grandes ramas de la I.A., como su mismo nombre metafóricamente lo indica, tiene por principio buscar una pepita de oro entre el gran muladar de la información contenida en  grandes  bases  de  datos.  Basta  rescatar  algunas  pepitas  en  los  fragmentos  de  la  oración  a  San Vicente  del  padre  Jean-Pierre  Renouard  de  la  Congregación  de  la  Misión:  “Que  sanen  los  cuerpos  y los corazones de todas las víctimas. Ayuda a los cuidadores, apoya a los seres queridos, inspira a los investigadores. Ayuda a los que cruzan las puertas de la muerte”. Los sistemas expertos buscan emular el  comportamiento  humano.  Por qué  no  utilizar  también  el  machine  learning  investigando  la  vida  de los santos y en su sabiduría registrada, para encontrar en Cristo Jesús las claves para afrontar la pandemia.

Sembrar  las  buenas  palabras,  acciones  y  sonrisas,  serenos  y  sin  prisas,  nunca  pasará  de  moda,  lo que es propio (aún) de la inteligencia no necesariamente artificial. Si podemos lograr que la I.A. llegue a  tal  punto  habremos,  seguramente,  dado  un  paso  más  como  seres  humanos  en  el  desarrollo  de  la Ciencia y Tecnología. No hay mejor Inteligencia Artificial que la que utiliza el algoritmo del amor, esto es, utilizar la Inteligencia que Dios nos regala como semilla para sembrarla y cosecharla en buena tierra: haciendo el bien. Como dijo mi querido padre Enrique Mangana, citando a una religiosa “sin saber quien recoge, sembrad”.

Esto  me  hace  pensar  y  repensar  que  esto  mismo  viene  a  ser  la  Investigación  en  el  quehacer  de una universidad, sin descuidar la docencia claro está. Como docentes, por ejemplo, podemos utilizar I.A. en nuestras clases: a automatizar las evaluaciones mientras dure la pandemia y el teletrabajo (en MATLAB o similares, LATEX, etc.) realizando exámenes personalizados de fácil corrección que eviten suspicacias.  Tengamos  en  cuenta  que  la  inteligencia  artificial  es  una  colección  de  buenas  ideas  pero que tienen  limitaciones  y  he  allí  el  eslabón  de  la  inteligencia  humana,  la  cual  no  debe  ser  sustituida por la de la máquina. Como universidad se puede dotar de mucha I.A. para la solución de problemas domésticos de la empresa-sociedad. Pese a todo lo que se diga, los humanos todavía podemos superar las capacidades de la I.A. de muchas maneras. Los asombrosos avances de la IA en los últimos años no son una cualidad inherente a la tecnología, sino el testimonio de la labor realizada por los humanos, que han sido increíblemente creativos: “Vuestras habilidades están por encima de nuestro nivel y pueden encontrar mejor empleo en otra parte”.

Ya hemos cruzado la quinta parte del siglo XXI, veamos a futuro teniendo como aliado a la I.A. sin angustiarse ni preocuparse, pero sí haciendo lo correcto y aprendiendo de estos tiempos de crisis. Es tiempo de cuidarnos y cuidar a nuestras familias, seguramente estaremos preparados con I.A. para  la  próxima  pandemia,  hasta  ello  trabajemos  en  construir  una  inteligencia  artificial  en  donde  la inteligencia natural baste. ¿Podremos hacerlo? Respuesta: “El amor es inventivo hasta el infinito”.

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